9.9.07

José Tomás

No me declaro antitaurino, no llego a eso. Creo. Pero si que siento cierto reparo ante la fiesta nacional. Sentimiento que choca con la gracia que me produce ese ambiente taurino, su particular “glamour” y esa pasión que levanta en los aficionados de toda la vida. Los toros, como todo lo demás que es capaz de provocar esa loca pasión, merece al menos un rato de mi tiempo.

Quitando las corridas de toros que veía con mi abuelo en casa, un par de becerradas en las fiestas de mi pueblo y tres o cuatro festejos en la feria de Palencia, mi contacto con los toros no va mucho mas allá.

Cuando voy a la plaza en San Antolín, todo me parece curioso. Se convierte en un acto social donde la gente de más “alta” alcurnia de la capital y la provincia se reúne para hacer alarde de su sobrada capacidad. Estoy a todo menos a los toros.

Pero en una de esas, en la plaza de Palencia pude ver torear a un chico de Galapagar que me pareció que lo hacía completamente diferente a los demás. José Tomás llamó mi atención. Su manera de arrimarse, su cuidado en lo que hacía, si abrumadora concentración y ese rostro bonachón despertó mi curiosidad.

Ese día, en el tendido 7, había un señor detrás de mi de los de toda la vida. Aseguraba que ese era el mejor, que nadie en la actualidad podía compararse con el y que era de los mejores de la historia del toreo. No puedo contrastar esa información, no conozco nada más de toros.

Pero lo dicho, ese chico toreaba diferente a todos los demás. Un par de años después le volví a ver, y me volvió a llamar clamorosamente la atención.

Ni aún eso me ha hecho interesarme por los toros, pero si ser un admirador de José Tomás (en su justa medida), no por mi amor a los toros, sino por su profesionalidad y su afán por ser el mejor en lo que hace.

En el país de hoy sale hay un artículo dedicado a José Tomás, y me ha gustado una frase de Juan Verdú, que dice que "hacía muchos años que los toros no daban esa sensación de peligro, esa emoción. Ahora, todo el que quiera torear sabe que ahí huele a ciprés". No se puede describir mejor.

Con unas pocas corridas este año, el diestro de Galapagar pretende dar muestras de su valor en pequeñas dosis. Como los buenos. Y es que como dice en el reportaje citado antes, “no quiere morir, sólo ser perfecto”.

5.9.07

MICHAEL SCHUMACHER, Premio Príncipe de Asturias de los Deportes.

MICHAEL SCHUMACHER Simplemente genial. Así me gusta definir al auténtico ‘kaiser’ de la Fórmula 1 de todos los tiempos. Su manejo, su carácter, su carisma y su talento gobernaron este deporte desde principios de los 90 hasta que un chaval asturiano, llamado Fernando, le arrebató esa supremacía. Creo que sólo su superioridad ha empañado su carrera. Puede parecer contradictorio, pero creo que ser tan superior, y parecer que nadie era capaz de hacerle sombra, quitó mérito a lo que ha conseguido: nada más y nada menos que siete veces Campeón de la Fórmula 1.

Controvertido y marrullero, fantástico y deslumbrante. Sus arrebatos de competitividad extrema levantaron ampollas en la parrilla, pero también admiración. Quizá esa personalidad haya sido la clave de su éxito. Respetado y admirado, supo aportar a este deporte algo de él que sin duda marcará un antes y un después.

Un año después de su retirada es galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes. Merecido, sin duda. Esto le da al premio empaque y un toque de internacionalidad necesario. Simplemente estoy de acuerdo.