30.9.09

Jubilaciones anticipadas

José Ignacio Goirigolzarri ha sido, hasta hace muy poquito, Consejero Delegado del segundo banco español, el BBVA. Pues bien, este sujeto se jubila, o mejor dicho se prejubila, como muchos de los empleados de banca o de otro tipo de empresas que se deshacen de esa manera del exceso de trabajadores. Pero esta ocasión es algo especial, ya que Goirigolzarri cobrará algo más que el resto de sus “compañeros”.

Tiene 55 años y ha roto su relación con el banco, de mutuo acuerdo, y durante los próximos diez años, hasta que cumpla la edad en la que se jubilará finalmente, cobrará una cantidad de 3.680.000 euros, aproximadamente. Es decir, lo que viene siendo una pensión de 260.000 euros en 14 pagas.

Pero para iniciar su nueva vida, José Ignacio tendrá que cambiar varias cosas en su rutina. Se tendrá que comprar una caña de pescar, un huerto, una bicicleta. Cosas de jubilados. Y si todos estos gastos no le permiten tener unos ahorrillos para cuando cumpla 65 años, el banco le soltará lo que viene siendo el plan de pensiones, que asciende a más de 52 millones de euros. Ahí es nada.

El BBVA es una empresa privada, puede hacer lo que le de la gana con su dinero y pagar cuanto quiera a sus directivos. Pero lo que realmente es sangrante es que sea esta gente quienes, sin rubor alguno, lancen proclamas liberales para sostener la economía: contención del gasto, flexibilización del mercado laboral, moderación salarial, menor gasto público… ¿Tienen legitimidad moral para dar lecciones como las que dan hasta ahora? ¿Cómo pueden pensar que el común de los mortales les tome en serio cuando dicen que los trabajadores tienen que conformarse con ganar menos de lo que ganan ahora? No podemos admitir lecciones de esta gente que cobra estos dinerales y que dejan a la sociedad con la cara de estupefacción que se queda cuando lee estas noticias.

Mientras todo esto ocurre, sigo pensando que el defender a los más débiles de la sociedad, a los que menos recursos tienen, es lo prioritario en este tiempo difícil pese a lo que digan estos multimillonarios.

5.9.09

Otoño

El “senado de sabios” que se sienta a la solana que hay al lado de mi casa asegura que todavía tiene que calentar algún día. Pero pasa San Antolín y cambia el tiempo. Ya llega la normalidad, la anhelada normalidad, los niños vuelven al cole, la TV estrena su nueva programación, la liga arranca y con ello el sonido del carrusel… Son todos esos pequeños indicativos de que un nuevo verano se nos escapa.

Poco a poco mi pueblo se va quedado como siempre, vacío. El bullicio que ha regado la cuesta de la panadería se va, dejando paso a parcos “hola” que salen de bocas tapadas por la toquilla. Las cáscaras de pipas en la plaza dejan paso a hojas secas que ningún niño va a descolocar. Pronto el olor de las primeras glorias que se encienden impregnarán las calles de un olor a hogar de invierno, un hogar que se ve con destellos naranjas que escapan de entre los cuarterones cerrados de las estufas.

Quienes hace años dejaron esto para buscarse la vida al ruido de las fábricas del norte vuelven a la ciudad que les acogió, dejando las aceras libres de coches familiares con matrículas de Bilbao cargadoss hasta arriba de lechazos y chorizos del pueblo.

Y eso es, vuelve la rutina, la normalidad, ¡bendita normalidad!